El abuso sexual es uno de esos temas que solemos temer, puesto que resulta perturbador pensar o enterarse que un niño ha sido víctima de esta forma grave de maltrato. En mi experiencia profesional, he podido conocer diferentes reacciones de los padres, maestros o especialistas ante la revelación de abuso. La mayoría de las veces las respuestas son impulsivas, desordenadas o ineficaces. Es natural que ante una noticia como esta se desate una crisis donde la desesperación, la impotencia o la incredulidad puedan tomar partido. No obstante, las investigaciones indican que una respuesta oportuna, sensible y respetuosa hace la diferencia al momento de atender una situación de abuso sexual, puesto que está orientada a proteger a la víctima, garantizando su seguridad y recuperación.
Para un niño que ha sido abusado es muy difícil verbalizar lo que le ha sucedido; la mayoría de las veces siente mucha vergüenza y temor a la reacción que tome la persona que escucha. El niño no sabe si le creerán, si le brindarán apoyo, si será juzgado o culpabilizado. Se necesita de mucho valor para contar una experiencia de abuso. Si un niño se nos acerca para contarnos lo que le pasó, posiblemente nos eligió porque confía en nosotros y espera que le ayudemos. Entonces tenemos la responsabilidad de estar disponibles para ese niño y de prestarle nuestro mejor apoyo.
Con lo que he estudiado y aprendido en el abordaje de casos de abuso sexual he podido ir definiendo aquellas reacciones más importantes y urgentes que se deben emprender ante cualquier revelación. En este sentido, comparto estas sugerencias con aquellos que tienen dudas sobre lo que se debe hacer ante la revelación de abuso sexual.
Qué hacer
- Trate con dignidad a la víctima, lo cual implica estar dispuesto a escuchar y sobre todo a creer en lo que el niño cuenta. Cuando dudamos o negamos lo que el niño dice lo victimizamos y mitigamos su voluntad de hablar. Los registros indican que los niños no suelen mentir ni fantasear alrededor de este tema.
- Mantenga la calma. Si reaccionamos con alarma, indignación y rechazo asustaremos al niño y éste podría sentir culpa por creer que ha generado malestar en los otros con su relato.
- Genere un clima de confianza y tranquilidad, comuníquele su apoyo con frases como: “Gracias por confiar en mí y contarme lo que te ha pasado”; “Has sido muy valiente al contar lo que ha ocurrido”; “Me duele que te haya pasado esto, pero buscaremos ayuda”.
- Sea paciente y escuche con atención. A veces el niño se toma su tiempo para revelar su experiencia: se entrecorta su voz, tiembla, llora, queda en silencio. Escuche sin interrumpirlo, sin anticiparse poniendo palabras por él, sin corregir su lenguaje y sin hacer preguntas que lo hagan dudar (¿estás seguro que sucedió una sola vez?).
- Informe que el abuso no debe suceder porque va en contra de sus derechos y que son acciones inadecuadas e incluso sancionables.
- Explíquele que es necesario tomar medidas para que el abuso se detenga y quizás esas medidas impliquen algunos cambios en la vida cotidiana que no van interrumpir sus actividades más importantes.
- Explíquele que otras personas deben saber lo que le pasó y que sólo lo sabrán aquellas que podrán ayudarlo.
- Si el niño le hace preguntas sobre lo que sucederá responda con sinceridad y de forma concreta. Evite prometerle cosas que no sabe si podrá cumplir o inventar respuestas. A veces lo mejor es decir: “No sé, pero vamos a buscar ayuda”.
- Mientras se emprenden los procesos legales o de asistencia es sumamente importante evitar que el niño tenga contacto con el agresor. Debemos resguardarlo de que el abuso se repita o se intensifique.
- Busque ayuda especializada: psicólogos con experiencia en atención de abuso sexual, asesoría legal, apoyo por parte de ONGs o centros especializados en violencia. El abuso no se detiene ni se repara cuando queremos atenderlo a puerta cerrada (sólo entre familiares) sin recurrir a otras instancias.
Lo que NUNCA debemos hacer
- Confrontar a la víctima con el agresor para corroborar versiones. No debemos colocar al niño en una posición donde deba defender su relato.
- Creer que el niño miente, fantasea o ha provocado el abuso.
- Castigar o regañar al niño porque no dijo a tiempo lo que le pasó o porque no se defendió. Muchas veces los niños son engañados o amenazados para que no hablen. La víctima nunca es culpable.
- Hacer interrogatorios constantes al niño o permitir que otros miembros de la familia aborden al niño para que vuelva a contar lo sucedido. Esto genera estrés puesto que el niño para poder contar debe recordar situaciones dolorosas o desagradables. Esto lo revictimiza, lo cual profundiza los síntomas traumáticos.
- Tratar al niño de forma especial o sobreprotegerlo. Se le debe acompañar y cuidar, tanto como empoderar: que conozca sus derechos, que conozca su cuerpo y aprenda a cuidarlo, que sepa identificar y actuar ante situaciones de riesgo.
- Expresarse de forma despectiva u ofensiva o expresar acciones de venganza hacia al agresor puesto que para el niño éste puede ser una persona importante a la que le tiene afecto. No debemos resolver un asunto de violencia con violencia, debemos seguir los canales regulares: buscar asesoría legal y denunciar.
- Dejarnos dominar por nuestras emociones sin atender las necesidades del niño. A veces nos preocupamos más por descargar nuestra ira o indignación, descuidando la atención que el niño merece.
- Obligar al niño a mostrar sus lesiones a otras personas, familiares o profesionales. Sólo un médico forense autorizado puede evaluar las lesiones. Si un médico forense debe revisar al niño, debemos explicarle con anticipación este procedimiento y generarle calma y seguridad.
- Mostrar una actitud pesimista, catastrófica o desalentadora sobre el porvenir del niño. Evite expresiones como estas: “Te arruinaron la vida”; “Nunca podremos superar esto”; “Ahora no confiaremos en nadie”; “Te han marcado para siempre”.
- Decir o prometer al niño que con el tiempo va a olvidar lo sucedido. El abuso sexual es una experiencia traumática; por lo tanto no se olvida, y en especial si sucedió de forma crónica. Con ayuda especializada se puede ayudar al niño a que su recuerdo sea menos doloroso y atemorizante; se le puede ayudar a resignificar su experiencia pero no a olvidarla.
- Aplicar nuestros conocimientos profesionales a un familiar que ha sido abusado. Esta es una conducta antiética que perjudica al niño y va en contra de un proceso adecuado de asistencia. Este tipo de acciones también contamina los procesos legales. Absténgase de aplicar pruebas psicológicas, hacer entrevistas, hacer intervenciones o conciliaciones familiares, hacer exámenes médicos o medicar al familiar abusado. Podemos acompañar y apoyar a un familiar abusado, mas no atenderlo como profesionales. Lo ideal es referir al niño a los especialistas competentes.
- Recibir una revelación de abuso sexual y no hacer nada o promover el silencio. Si hacemos esto somos cómplices de violencia y reforzamos la desconfianza y desesperanza del niño hacia los otros, lo cual deviene en un sentimiento de soledad y desamparo.
Es abrumador escuchar una revelación de abuso sexual, pero más abrumador es para el niño que nosotros no sepamos cómo tratarle y qué hacer para ayudarle. En estas sugerencias encontramos esos primeros pasos que debemos emprender para poder actuar de forma preventiva y competente, espero les sean de utilidad.
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