Psic. Anaís Barrios


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¿De dónde viene la mala conducta de los niños?


6. Cara de Mau

Muchos niños llegan a consulta psicológica porque, según sus padres y/o maestros, presentan mala conducta y ya no les pueden “controlar”.

Es importante saber que un niño no se porta mal porque quiere, porque le gusta que le peguen o regañen, como suelen pensar algunos padres desesperados. El comportamiento disruptivo de un niño y su dificultad para integrarse socialmente son señales de que algo en alguna de las áreas de su vida no marcha bien. Un niño se porta mal para demandar, a través de su comportamiento, la satisfacción de una necesidad. Los niños, a diferencia de los adultos, no poseen la capacidad para verbalizar sus necesidades y problemas. Muchos de sus comportamientos inadecuados forman parte de su inmadurez y constituyen la única herramienta que tienen para decir “no me siento bien, algo ocurre”.

Detrás de su agresividad, oposicionismo, berrinches, intolerancias, groserías o problemas académicos pueden estar demandando una necesidad de seguridad, atención, afecto, comprensión, autonomía, límites, respeto u otra. Algunas veces, reclaman saber algo que se les esconde, como en el caso de niños adoptados o de aquellos cuyos padres tienen otra familia paralelamente, lo mismo que aquellos que no conocen a alguno de sus padres. Otras veces demandan que descubramos algo que les ha pasado y los ha lastimado o lastima, como cuando han recibido algún maltrato en la escuela o de parte de la familia. Y en la mayoría de las ocasiones su mal comportamiento es reflejo de nuestras improvisaciones, incongruencias, inconsistencias y ausencias al momento de criarlos, aunque parezca fuerte decirlo.

Es por ello que los padres deben estar muy atentos respecto a las manifestaciones del niño, aun cuando “siempre se ha portado así”, o cuando de un momento a otro cambia su comportamiento de manera negativa. Antes de juzgarlos y desesperarse por no poder manejar su conducta, es necesario observar bien el entorno del niño y ver si está necesitando algo en su vida. La observación constante (que no tiene que ver con la vigilancia y el control) y el acercamiento afectivo hacia el niño desarrollarán la intuición que como padres necesitamos para saber en qué momento nuestro hijo espera ayuda de nosotros o cuándo los que requerimos esa ayuda, porque no lo estamos haciendo del todo bien, somos nosotros.

El mundo psicológico del niño es muy sensible y vulnerable, sobre todo si vive en entornos o situaciones donde sus necesidades y derechos están siendo olvidados, desatendidos o violados. Muchas veces detrás de un niño con “mala conducta” se encuentra un grito silencioso de auxilio, que si desatendemos puede marcar desfavorablemente su vida y felicidad.

Estar atentos y abiertos a comunicarnos con nuestros hijos, aprender a observarlos (a observarnos a nosotros mismos), comprenderlos y aceptarlos es trazar un camino de prevención, una manera de evitar que ese mal comportamiento, que debería ser pasajero, termine por formar parte de su personalidad y, lamentablemente, se llegue a un punto sin retorno.