Psic. Anaís Barrios


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Aquello que creemos que no es maltrato infantil pero sí es -parte I-


J*U*L*E*S â?º by Hugo Berthe

Cuando se habla de maltrato infantil es común que nos imaginemos aquellas formas de maltrato más evidentes: la marca de un correazo sobre el cuerpo del niño, un insulto extremadamente soez o el abuso sexual. Pocas veces las personas se detienen a pensar en aquellas formas de maltrato que suelen pasar desapercibidas en la vida cotidiana, bien sea porque han sido naturalizadas o porque surgen de la ignorancia o improvisación de quien las emprende. Es por ello que me he dispuesto a escribir sobre aquello que a veces creemos que no es maltrato infantil pero que sí es y está presente en la relación de muchos adultos con los niños.

Dentro de un concepto formal de maltrato infantil podremos encontrar que el abuso físico, el abuso emocional, el abuso sexual, la desatención, el trato negligente y la explotación son formas en las que se presenta este tipo de violencia. Dentro de estas formas de maltrato existen variantes y niveles de severidad que, aunque leves o sutiles, no están fuera del marco de los malos tratos, puesto que afectan el desarrollo integral del niño al generar malestar, sufrimiento o daño de tipo físico, emocional, moral y/o espiritual.

Con este artículo busco invitarlos a reflexionar sobre las variadas maneras en que podemos ser agresores o victimarios, en las que podemos colocar al niño en una posición no deseada de vulnerabilidad e indefensión. A continuación mencionaré algunas formas de proceder de los adultos que entran dentro del marco del maltrato infantil. Lamentablemente son muchas formas y no podré abarcarlas todas, de modo que trataré de mencionar las que observo con mayor frecuencia en la consulta o en el contexto que me rodea.

Un divorcio conflictivo

El divorcio puede llegar a ser para los hijos un proceso doloroso y difícil de asimilar, mucho más cuando el mismo es llevado de forma conflictiva. Esto tiene que ver con unos padres que no pueden establecer acuerdos sobre el cómo se configurará la familia, se distribuirán las responsabilidades y los bienes compartidos tras la separación. En ocasiones, la naturaleza de este conflicto deviene de que una de las partes no quiere ceder, pero más complejo es cuando son ambas partes las que no ceden y se entregan a una batalla de poder donde los hijos quedan atrapados recibiendo o tratando de esquivar los ataques que sus padres se propinan entre sí. En este marco relacional, se pueden presentar diferentes formas en las que los padres o familiares cercanos maltratan a los niños:

  • Cuando no se ofrece a los hijos una explicación razonable y consensuada del porqué de la separación, ni se brinda información sobre los cambios que tendrá la dinámica familiar y los roles.
  • Cuando se transmite a los hijos los sentimientos y pensamientos personales acerca del otro padre (“tu papá nos abandonó por otra mujer”, “es tu mamá la que no quiere que seamos felices”).
  • Cuando se pone a los hijos a elegir entre un padre u otro en un contexto de chantaje, presión, engaños y manipulación. Aquí es muy común que alguno de los padres haga promesas de una vida mejor que en realidad no puede ofrecer o deslumbre al niño con regalos materiales o límites permisivos.
  • Cuando se vuelve a los hijos testigos de discusiones, amenazas y agresiones verbales, psicológicas, físicas o patrimoniales.
  • Cuando se generan condiciones para que el hijo no tenga contacto con el otro padre.
  • Cuando se obliga o convence al hijo para que haga o diga cosas en contra del otro padre.
  • Cuando uno de los padres decide castigar al otro por medio del abandono de los hijos, desentendiéndose de ellos económica, física y emocionalmente.

Éstas y otras acciones entran dentro del marco del maltrato psicológico y la desatención, generando sufrimiento, ansiedad, confusión, miedo, sensación de abandono y desamor. Cuando estas condiciones se mantienen en el tiempo, he podido ver cómo los niños caen en una especie de apatía afectiva, donde la desesperanza y la adopción de las conductas corruptas que aprendieron de sus padres se vuelve algo natural.

Mostrar preferencia por alguno de los hijos

De entrada podría sonar un poco desnaturalizado, pero es muy frecuente. Es habitual que los padres tengan expectativas sobre los hijos, construyendo en su mente una especie de hijo ideal. El problema surge cuando estas expectativas son tan rígidas que no se adaptan a las características de los verdaderos hijos. Entonces nace la preferencia hacia aquel que se amolda más a los deseos del padre. Dicha preferencia se manifiesta de forma sutil o muy evidente a través de un trato más afectuoso o considerado, un vínculo más estrecho, atención incondicional, obsequios más bonitos o costosos para un hijo, mientras que el o los otros reciben más críticas, desatención, indiferencia, presiones y menos obsequios. Aquí tenemos otra forma de maltrato psicológico producto de la inmadurez de un padre que busca compensar sus carencias o frustraciones a través de los hijos.

Exponerlo a una disciplina deportiva demasiado exigente

Este punto puede estar relacionado con el anterior y ocurre cuando el padre propicia que el hijo se involucre en disciplinas deportivas de alto rendimiento, cuyas demandas de tiempo y entrenamiento van más allá del nivel de maduración del hijo. En muchos casos el hijo debe administrar su tiempo entre la escuela y el deporte, teniendo muy pocas oportunidades para la recreación, el esparcimiento, la socialización y el descanso. Prácticamente se obliga al hijo a vivir un régimen de vida explotador que nada tiene que ver con la vida de un niño o adolescente. Durante la infancia el deporte debería ser una oportunidad de disfrute y no la inducción a la profesionalización y la elección de una carrera prematura. Con esto último, no sólo se distorsiona el flujo natural del desarrollo evolutivo del hijo sino que se coloca en riesgo su salud física al exponerlo a lesiones músculo-esqueléticas producidas por entrenamientos no ajustados a su desarrollo psicomotor. 

No cumplir con los tratamientos médicos que requiere

Esto suele presentarse con más frecuencia en casos de niños que presentan algún tipo de condición congénita, discapacidad o enfermedad crónica. Al tratarse de condiciones que se mantienen en el tiempo, algunos padres, por descuido, comodidad o decisión propia, optan por no cumplir con los requerimientos en cuanto a atención y tratamientos médicos que los hijos necesitan, colocando en riesgo su calidad de vida, su integridad física y su integración social. Un ejemplo de ello lo pude ver con cierta incidencia cuando trabajé en la unidad de diabetes pediátrica de un hospital de mi ciudad: niños siendo internados por un coma diabético o niños con pérdida parcial o total de la vista por no recibir de sus padres los tratamientos recomendados. Pero también se puede observar en condiciones de salud transitorias o temporales, cuando por ejemplo una alergia en la piel es descuidada al permitir al hijo bañarse en una piscina y recibir sol sin ninguna protección. Esto tiene que ver con maltrato físico y descuido parental. 

Obligarlo a que asuma nuestras convicciones religiosas

Aquí quiero hablar en especial de cuando esas convicciones religiosas son adquiridas recientemente. Es decir, cuando el padre ha generado un cambio en sus creencias religiosas, con el convencimiento de haber encontrado su camino espiritual, y quiere meter a empujones y presiones al hijo. Muchas veces asumir una nueva religión implica cambios en el estilo de vida, modificándose las rutinas, la vestimenta, la alimentación, los círculos de amistades o los hábitos. Bajo estas condiciones, un padre puede maltratar emocionalmente a su hijo si no le explica el porqué de los cambios, no le ofrece la información necesaria sobre la nueva religión y le obliga a asumir la nueva dinámica de creencias sin considerar su madurez para comprenderla y asimilarla, ni mucho menos atender a sus opiniones y propias creencias. Mucho más grave aún es cuando se expone al niño o adolescente a presenciar rituales donde se sacrifica animales, se invoca a espíritus, se habla en lenguas, se habla de poseídos o de exorcizar; puesto que son situaciones que les llenan de ansiedad, confusión o temores. Esto sin ahondar en las sectas religiosas que pueden llegar a ser formas de secuestro y cautiverio.  

Obligarlo a trabajar en el negocio familiar

El trabajo conlleva responsabilidades y compromisos propios de la vida adulta. Un niño o adolescente puede involucrarse y colaborar eventualmente con algunas labores del negocio familiar sin que ello interrumpa su derecho a la educación, la recreación, el juego, la socialización y el descanso. Puede significar una forma de explotación cuando se obliga a un niño o adolescente a trabajar en el negocio de la familia cumpliendo horarios o responsabilidades que van más allá de su nivel de maduración y que pasan por encima de sus derechos y necesidades. Más explotado estará el infante si no recibe remuneración por sus labores ni reconocimiento. Esta situación se manifiesta con gran ocurrencia durante la temporada vacacional, ciclo donde se obliga al hijo a trabajar en vez de que aproveche su descanso escolar para el disfrute de otras actividades y el desarrollo de otros intereses.

Exponerlo a información sexual no adecuada a su edad o curiosidad

Se puede considerar una forma de abuso sexual si los padres no son cuidadosos al momento de tener relaciones sexuales y exponen al niño a que los vea. Esto ocurre con alta incidencia cuando los hijos comparten la habitación de los padres. Mostrar a un niño o adolescente fotos, películas, videos, caricaturas o escenas con información sexual explícita también es una forma de abuso, puesto que pueden generar un impacto y distorsionar la forma en que el niño o adolescente comprende y vivencia su sexualidad. Aquí también entra el descuido parental cuando no se educa a los hijos en el uso adecuado de las tecnologías y no se hace un monitoreo del tipo de información a la que acceden a través de la televisión por cable, los juegos en línea, las redes sociales, las páginas de buscadores y los servidores de vídeo.

Con estas primeras siete formas de maltrato infantil cierro este artículo. Como pudieron ver son configuraciones de la violencia que suelen pasar solapadas dentro del ejercicio de la crianza. En otra entrega compartiré otras con el fin de ampliar la información y sobretodo de sensibilizarlos en la adopción y promoción de formas más sanas y justas de criar y relacionarnos con los niños y adolescentes.

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¿Conoces otra forma en la que el maltrato infantil se puede presentar? Compártela y da tu aporte en los comentarios.


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Taller: Intervención del Maltrato Infantil


Póster Intervención MI

La intervención del maltrato infantil es un tema que genera mucho interés en profesionales o personas ligadas a la atención de niños, niñas y adolescentes. Pero así como genera interés genera mucho temor, mucha resistencia, muchos prejuicios e ideas distorsionadas que terminan inmovilizando a las víctimas, creando más dolor, más desesperanza; así como también terminan fortaleciendo al agresor y prolongando el maltrato por generaciones dentro de una familia, una institución o una comunidad.

Por eso he desarrollado este taller, el cual pretende ser un encuentro participativo e integrador a través del cual podamos sensibilizarnos y empoderarnos en la detección y abordaje del maltrato, haciendo especial hincapié en aquellas primeras acciones que debemos emprender y que resultan cruciales para proteger a la víctima.

Aquí les dejo el contenido del taller para que se terminen de animar a hacerlo:

Parte I. Maltrato infantil

1.2. Breve repaso del Marco Legal Venezolano.

1.3. Tipología del Maltrato Infantil.

1.4. Factores Psico-sociales del Maltrato Infantil.

1.5. Consecuencias del Maltrato Infantil.

Parte II. Intervención en Maltrato Infantil

2.1. Objetivos y Fases de la Intervención.

2.2. Detección del Maltrato: Indicadores Físicos, Conductuales y Emocionales.

2.3. Valoración de los Factores de Riesgo.

2.4. Cómo Abordar a la Víctima.

2.5. Notificar y Atender el Maltrato Infantil.

Bajo la organización de la psicóloga Marilyna Gil, el apoyo de la Escuela de Psicodrama de Valencia y certificado por el Centro para el Desarrollo Psicológico el próximo 6 de junio será este encuentro, donde estaré compartiendo toda mi experiencia y conocimientos en materia de violencia, maltrato y trauma. Quedan todos invitados.


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7 Razones para eliminar el castigo físico como método de crianza


 

Girl B&P

Aunque en las últimas décadas la educación y la crianza se han visto influidas por los avances en materia de derechos y protección a niños, niñas y adolescentes todavía es común escuchar a adultos que consideran el castigo físico como un método infalible y necesario para criar y lograr obediencia en los niños. En nuestra cultura sobrevive una apología al castigo físico sustentada en un conjunto de ideas y creencias bastante débiles y rebatibles, las cuales parece fueron aprendidas como verdades absolutas. Hagamos una revisión de algunas de estas creencias y veamos si realmente el castigo físico es útil a la sociedad.

1.»Tengo derecho a pegarle a mi hijo”

Eso no está registrado ni estipulado en ninguna ley, mientras que sí está establecido legalmente que los niños y adolescentes tienen derecho al buen trato y a una crianza libre de violencia. De modo que los padres, representantes, cuidadores y docentes tienen la obligación de aplicar métodos de disciplina y crianza no humillantes, ni coercitivos o violentos. Una cosa es el derecho a ejercer el rol de padres y otra es usar ese rol como medio para violentar. Los niños tienen derechos y esos derechos son irrenunciables e indivisibles.

2.“Yo no voy dejar que mi hijo haga lo que le dé la gana”

Según esta idea los niños no pueden hacer lo que les dé la gana pero los adultos sí pueden hacerlo. ¿No se puede permitir a un niño que incumpla las reglas pero un adulto sí puede incumplirlas? Cuando un adulto usa el castigo físico está incumpliendo reglas, leyes. El castigo físico es violencia y la violencia es un delito, puesto que vulnera la integridad física y emocional de la persona. Una nalgada, un empujón, un jalón de oreja o cabello, un zarandeo o la amenaza de propinarlos comprenden formas de violencia. Ante todo debemos ser cuidadores congruentes y modelos a seguir. Por ello, existen múltiples y efectivos métodos para hacer de nuestros hijos niños respetuosos, disciplinados  e integrados socialmente. Estos métodos no son un delito, son estrategias educativas que sólo requieren que estemos dispuestos a aprenderlas y aplicarlas.

3.“Gracias a que mis padres me pegaron soy una persona de bien”

La mayoría de los que dicen esto creen que son “personas de bien” porque les pegan a sus hijos. El punto anterior derrumba esto. Por otra parte, estadísticamente no existe correlación entre castigo físico y habilidades para la vida. Es decir, no se ha demostrado que pegarle a un niño garantice que cuando se vuelva adulto sea una buena persona, disciplinada y respetuosa. Por el contrario, sí existen registros de personas que recibieron castigo físico severo durante su infancia y desarrollaron rasgos sociopáticos o psicopáticos. Sea leve, moderado o severo el castigo físico no es garantía de que el niño desarrolle habilidades que le permitan una vida satisfactoria en su adultez, así como tampoco la ausencia del mismo. Todo esto va a depender del entorno donde el niño crezca y del sistema de límites, normas, valores y habilidades emocionales que los padres y familiares le proporcionen. Somos reduccionistas al creer que nos volvimos personas de bien porque nos pegaron durante la infancia. Seguro que eso no fue lo único que recibimos y seguro que muchas decisiones propias de nuestra individualidad han hecho de nosotros mejores personas. Seguro en su momento deseamos con mucha fuerza que nuestros padres no nos pegaran y quizás nos prometimos no hacer eso con nuestros hijos.

4.“Le pego a mi hijo para que aprenda”

 El castigo físico es un recurso contra educativo, pues enseña a los niños que la violencia es una forma de resolver problemas y que ante una situación de desventaja es la vía para conseguir lo que queremos. El castigo físico enseña que el poder, ése que otorgan los roles, es un instrumento para transgredir y pasar por encima de los otros. Es aprender a exigir respeto irrespetando, es aprender a pedir consideración siendo desconsiderado, es aprender a exigir obediencia siendo desobediente con la ley, es aprender que la fuerza sirve para controlar y humillar. Aunque al final nuestros hijos pueden elegir qué conservan de lo que aprendieron de nosotros, creo que lo mejor es esforzarnos para que aprendan formas más sanas y efectivas de resolver y afrontar problemas, así como a practicar el ejercicio adecuado de los roles y no el uso arbitrario de los mismos.

5.“Le pego para que sepa que yo tengo el control”

En realidad la violencia es el indicador más alto de pérdida de control. Cuando comenzamos a gritar, amenazar y pegar estamos demostrando que perdimos el control, que estamos perdiendo los argumentos y que somos incapaces de afrontar la situación. Al optar por el castigo físico nos estamos yendo por la vía fácil, por unos resultados efímeros que poco aportan a nuestro crecimiento personal y al desarrollo de nuestros hijos. De esta manera, perdemos la oportunidad de desarrollar nuestra inteligencia al dejar de activar o estimular recursos cognitivos y emocionales que nos permitan resolver y afrontar problemas adecuadamente. Aunque parezca difícil y tedioso emprender un proceso para aprender nuevas habilidades de comunicación, manejo emocional, colocación de límites y resolución de problemas, les aseguro que termina siendo una experiencia enriquecedora y gratificante capaz de fortalecer los vínculos relacionales.

6.“Lo dices porque no es tu hijo, si conocieras al mío sabrías por qué le pego”

Esto lo dicen aquellos que necesitan justificar sus acciones. Es como si tratasen de decir “no soy yo es él”. Esta creencia responsabiliza al niño sobre las acciones de sus padres, lo hace el culpable. Es colocar sobre el niño toda la carga sobre las fallas que seguramente hay dentro del sistema de crianza. Un niño que constantemente actúa erráticamente, cuyo comportamiento es problemático, es un niño sin contención familiar, sin unos padres que le guíen. Un niño puede hacer cosas que nos molesten y frustren, pero somos nosotros los que decidimos qué hacemos con esas emociones, somos nosotros quienes elegimos si las convertimos en violencia.  La violencia no tiene justificación, sea cual sea el carácter o el comportamiento del niño, éste no merece ser tratado con violencia y así lo dictaminan sus derechos.

7.“Unos buenos correazos de vez en cuando no le hacen daño a nadie”

Si con lo dicho arriba aún no te convences sobre lo dañino que es el castigo físico vamos a replantearlo. Desde mi experiencia personal y profesional sé que los niños sufren mucho cuando sus padres les pegan, la mayoría de las veces es más fuerte el dolor emocional que el físico. Los ojos llenos de ira y desaprobación es algo que los niños no olvidan sobre el trato que le dieron sus padres. Las palabras y las acciones violentas quedan en su memoria como señales de que han sido incomprendidos, juzgados, rechazados y no aceptados. Pero no sólo el niño sufre, realmente los padres no disfrutan cuando le pegan a sus hijos. He visto a muchos padres confesar y recordar con dolor, culpa y remordimiento las veces que le han pegado a sus hijos, muchos refieren no sentirse a gusto con sus acciones. A veces los padres ocultan estas emociones y acto seguido van a curar las heridas, rasguños y moretones que han propinado a sus hijos. ¿Realmente es necesario pasar por todo esto? Me parece muy doloroso e insano. ¿Consideran que es un mal necesario? El castigo físico es un mal evitable y prevenible, puesto que puede ser sustituido por formas sanas y nutritivas de crianza. Por otro lado, si alguien disfruta pegarle a su hijo, si eso le genera placer y satisfacción es recomendable que asista a un especialista.

Estas son algunas de las creencias bajo las que se escudan muchos adultos que usan el castigo físico. Existen muchas más creencias y justificaciones a favor del mismo, pero son más los argumentos que las rebaten que aquellos que las refuerzan. Como pudimos ver en esta primera de muchas revisiones que haré del tema, el castigo físico es un método dañino e inefectivo. Entonces, atrevámonos a prescindir de él y permitamos que los niños crezcan sin miedo y con la confianza de que existen variadas y saludables formas para relacionarse y colaborarse los unos a los otros.

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¿Estás de acuerdo o en desacuerdo con estás razones? ¿Conoces otras creencias que apoyan el castigo físico? Comparte tus comentarios.